viernes, 22 de marzo de 2013

Problematicidad del amor

Así como la palabra "amistad" se ha banalizado con el uso de las redes sociales, la palabra "amor" atraviesa un proceso semejante. Si bien la sociedad occidental desde hace siglos ya había sobredimensionado la importancia del amor, las prácticas y usos amorosos actuales lindan lo ridículo y huachafo, además de lo profundamente hipócrita. Y no podía ser de otra forma en una sociedad donde todo se considera una mercancía y la iglesia del consumismo dictamina las fechas a celebrar, los objetos a comprar y los sentimientos a exhibir. En esta puesta en escena, los sentimientos sinceros no tienen cabida. Lo único que importa es fingir para que uno mismo y los demás creamos la farsa, mientras los que dominan el mundo se siguen enriqueciendo a costa de nuestra estupidez.


Nuestra cultura concede extraordinaria importancia al amor, sobre todo al amor turbulento y paroxismal; y en este sentido, nuestra cultura es atípica.

En otras culturas se considera lamentable toda esta historia, que tanto nos gusta, del fuego de la pasión y las uniones emocionales violentas. Bien dice el antropólogo Linton que el héroe de las modernas películas norteamericanas es siempre un enamorado romántico, así como el héroe de las antiguas epopeyas árabes es siempre un epiléptico.

"Me inclino a creer -dice Luc de Heusch- que el amor-pasión, como valor cultural, es un intento por volver a introducir en la civilización occidental las técnicas arcaicas del éxtasis, que la Iglesia siempre se negó a utilizar".

El amor sin conocimiento, sin el conocimiento particularmente de uno mismo, es manco. Ya Bettelheim lo ha dicho: con el amor no basta. Y también lo dice Orage, el discípulo de Gurdjieff: 

"El amor sin conocimiento y sin poder es demoniaco. 
Sin conocimiento puede destruir lo amado. ¿Quién no ha visto a más de un ser amado reducido a la miseria y la enfermedad por su 'amante'?
Sin poder, el amante tiene que sentirse infortunado, ya que no puede hacer por su amada lo que él quiere y lo que sabe que la deleitaría.
Los hombres deberían pedir a Dios que no tengan que sufrir la experiencia de amar sin conocimiento y sin poder. O si no pueden dejar de amar, entonces deberían rogar para que el conocimiento y el poder guíen su amor. Pues el amor no basta".

"El gran amor -dice Leonardo en su tratado pictórico- nace del gran conocimiento del objeto amado, y si este conocimiento del objeto es insuficiente, entonces no se podrá amarlo sino muy poco o nada".

El amor no crece con espontaneidad vegetal, el amor es un arte. Aún más: debe llegar a ser una obra de arte, según Orage. No insistiré sobre este punto porque creo que todas las personas cultas o en proceso de serlo están familiarizadas con las ideas que ha expuesto sobre el particular Erich Fromm. Añadiré, sí, repitiendo una observación de Jung, que es necesario comprender de una vez que es inútil hacer el elogio de la luz y predicarla cuando nadie puede verla; primero hay que enseñar al hombre el arte de ver; pues de la misma manera hay que enseñarle el arte de amar.

Subscribo, finalmente, la siguiente declaración evangélica de Jorge Luis Borges: "Felices los amados y amantes y los que pueden prescindir del amor".



Tomado de:
Marco Aurelio Denegri (2006). De esto y aquello. Lima: Universidad Ricardo Palma.

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