viernes, 14 de enero de 2011

El despertar francés

La protesta social que conmueve a Francia revela que la sociedad ha comprendido lo que le espera: para que el capitalismo pueda sostenerse, el rigor deberá incrementarse.

Hacía cuarenta años que Francia no vivía manifestaciones semejantes. La personalidad de Nicolas Sarkozy, su arrogancia, su preocupación por aplastar al “adversario” permitieron que se reuniera un frente muy amplio en su contra. Pero la agitación y las multitudes no nacen de los caprichos de un hombre. Responden a una elección de civilización operada, con el pretexto de la crisis financiera, por gobiernos europeos cuya paleta partidaria va de la derecha desacomplejada a la izquierda que capitula. En Italia, Silvio Berlusconi no hace ni más ni peor que los socialistas George Papandreou en Grecia o José Luis Zapatero en España. Ellos también hacen peligrar los servicios públicos y la seguridad social. Todos, para complacer a las agencias calificadoras, pretenden que los asalariados paguen el precio que los países deben pagar por el saqueo perpetrado por los bancos. Estos últimos, sin embargo, siguen alimentándose, desaprensivos de toda obligación de mostrarse “valientes” y solidarios con las generaciones futuras. No es “la calle” la que se viene abajo, es el pueblo francés el que regresa a la escena. Ninguna legitimidad de los gobernantes puede oponerse a su protesta. La Asamblea Nacional fue elegida a caballo de una campaña presidencial durante la cual Sarkozy ocultó sus intenciones relativas a una reforma de las jubilaciones, presentada luego como el “hecho emblemático” de su mandato. “El derecho a jubilarse a los 60 años debe mantenerse”, proclamaba cuatro meses antes de su elección. Un año después, al evocar el eventual aplazamiento de ese derecho, el nuevo Presidente de la República insistió: “No lo haré (...). Nunca me comprometí a ello ante los franceses. Por lo tanto, no tengo mandato para hacerlo. Y saben que eso es importante para mí”. Gobernados ya por un Tratado Constitucional europeo que rechazaron masivamente por referéndum y que los legisladores de derecha (respaldados por algunos socialistas) impusieron entonces por vía parlamentaria, los franceses están manifestándose también contra el autoritarismo despectivo del poder.


Quebrarse aun más

Los jóvenes han comprendido lo que les espera. A medida que se suceden las crisis del capitalismo, éste endurece su lógica. Para que pueda sostenerse, la sociedad debe quebrarse aun más: evaluaciones permanentes, competencia entre los asalariados, cansancio en el trabajo. El nuevo refrito del Informe Attali (1) recomienda ya congelar el salario de los funcionarios públicos hasta 2013, trasladar a los enfermos una parte de la carga financiera de las afecciones crónicas (cáncer, diabetes), aumentar la tasa del IVA; todo ello, por supuesto, conservando el “escudo fiscal” (2). “Tenemos diez años de rigor por delante”, prometió con glotonería el ex asesor especial de François Mitterrand, que seguramente se verá eximido del rigor. El 7 de octubre último, un manifestante, estudiante de escuela secundaria, explicó el sentido de su movimiento: “Primero, está la formación: la escuela. Después, trabajamos: es lo más difícil. Y por último, la jubilación: la recompensa. Si nos quitan la recompensa, ¿qué nos queda?”. Los liberales ironizan sobre estos jóvenes extrañamente preocupados por su jubilación. No entienden que semejante angustia es una condena a las políticas que han conducido desde hace treinta años y que han llevado a este futuro sin esperanzas. Las manifestaciones y las huelgas son la mejor herramienta para revertir semejante destino.

1 Por el economista Jacques Attali. Véase Frédéric Lordon, “Los descalificados”, Informe-Dipló, 18-11-08 (www.eldiplo.org).
2 Véase Serge Halimi, “Alta sociedad, clima de fin de reino”, Le Monde diplomatique, edición chilena, agosto de 2010.

por Serge Halimi
Tomado de Le Monde Dipolomatique, Noviembre 2010

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