LA SEGUNDA REFORMA UNIVERSITARIA
1. A comienzos del siglo XX se dio el proceso de la reforma universitaria que tuvo un importante impacto político en las sociedades sudamericanas, particularmente en el Perú. Al calor de tal reforma surgieron muchas personalidades y líderes políticos, el más conocido de ellos, Haya de la Torre. La reforma universitaria que se originó en Córdoba, Argentina, y que se extendió por Latinoamérica, fue una reacción en contra de la feudalidad que imperaba en la cátedra universitaria, y en los usos y procedimientos de la universidad. Apuntaba a la modernización de la universidad en el sentido burgués progresista, en varios sentidos, desde la implantación de nuevas profesiones, el cambio de los procedimientos pedagógicos, la eliminación del magíster dixit para dar pase a una mayor gravitación del alumnado, hasta la reorganización de la universidad para ponerla a tono con la ciencia y la técnica consideradas indispensables para cualquier desarrollo y para dar lugar a una mayor libertad individual en el desempeño docente y estudiantil. Resumiendo se puede decir que la primera reforma universitaria sudamericana fue una reforma antifeudal. No es extraño, entonces, que haya coincidido con el movimiento general de la sociedad que se empeñaba en acelerar y consolidar el desarrollo capitalista y dejar definitivamente de lado todo lastre feudal.
2. Desde el proceso de la emancipación la sociedad peruana, con sus gobernantes a la cabeza, profesa el credo de la modernización capitalista y, por supuesto, ese fue el credo que orientó la reforma universitaria que se inició en la segunda década del siglo XX. En medio de este afán modernizador ya se habían fundado la escuela de ingenieros (actual UNI) y la escuela de agricultura (actual Universidad Nacional Agraria). Estas eran escuelas técnicas destinadas a dotar al Perú de cuadros técnicos y científicos calificados para el necesario desarrollo del país. De modo que la reforma universitaria afectó sobre todo a universidades como San Marcos que por esas épocas estaban plagadas de escolasticismo, teología y costumbres señoriales. La nueva universidad debería disminuir la importancia de estas herencias coloniales y feudales para darle más espacio a las nuevas carreras científicas y técnicas, y a otros usos y costumbres universitarios. La reforma debería expulsar el letargo feudal para abrirle paso al dinamismo burgués capitalista basado en el desarrollo de la ciencia, la técnica y la individualidad exacerbada.
3. Las actuales universidades nacionales son producto de esa reforma que, desgraciadamente, nunca logró verdaderamente sus objetivos porque el propio desarrollo de la sociedad se lo impedía. Casi imposible construir una moderna universidad nacional, en medio de una sociedad semifeudal que recién en la sétima década del siglo XX (gobierno de Velasco) intentó ajustar cuentas a la oligarquía y al poder semifeudal en el campo. Durante mucho tiempo la universidad nacional trató de desarrollarse al compás de los diferentes proyectos de desarrollo capitalista intentado por los sectores gobernantes del país. Así, hasta el último gobierno militar vivió impactada por las políticas de sustitución de importaciones y la necesaria industrialización del Perú que esa política exigía. La formación de una industria nacional que produzca lo que se importa del extranjero. Pese a todo, la universidad nacional no logró eficiencia en la tarea de sintonizar con las tareas de industrialización del país, de modo que la industrialización que se dio fue sumamente dependiente de las tecnologías importadas de países más desarrollados en su capitalismo. La universidad nacional no estaba a la altura de proveer técnicos y tecnologías suficientes para alimentar un proceso relativamente autónomo de modernización industrial del Perú. Los gobiernos tampoco hicieron gran cosa para dotar a las universidades nacionales de las condiciones mínimas necesarias para que se constituyan en decisivo factor de desarrollo nacional. Se les regateó permanentemente el financiamiento. Nunca hubo un adecuado presupuesto para ellas.
4. Con el fujimorato vino una segunda oleada de modernización capitalista. Fracasada la estrategia de sustitución de importaciones, se pasó al otro extremo, a desproteger o desincentivar la industria nacional para abrirle totalmente las puertas al capital extranjero y a sus mercancías. No se tenía por qué incentivar o proteger a la industria nacional, lo justo era volverla competitiva para que pueda competir en el mercado internacional. Por eso en la Constitución del 93 se decidió que el capital transnacional que incursione en el Perú debería tener iguales prerrogativas que el capital nacional. En estas circunstancias colapsaron cientos o miles de industrias y sus propietarios, en el mejor de los casos, pasaron a ser importadores de las mercancías que anteriormente producían sus fábricas aquí en el Perú. La universidad, por supuesto, también se puso a tono con la nueva tendencia y pasó a privilegiar carreras para actuar dentro de la globalización, y a cambiar contenidos de los cursos en función de los requerimientos de la globalización. La cuestión empresarial y toda su teoría de gestión, marketing, manejo de personal, planeamiento estratégico, calidad, etc., pasó a ser lo decisivo en carreras como sociología, contabilidad y economía. Poco a poco la universidad dejó de ser nacional y se puso en función de lo internacional y de la globalización. Hoy tenemos una universidad que es más estatal que nacional y que está encaminada a “responder a los retos de la globalización imperialista”; mejor dicho, está orientada a subordinarse a los mandatos de la globalización capitalista. En este camino hay una enorme cantidad de catedráticos y estudiantes universitarios que consideran que se necesita una II Reforma Universitaria que modernice a la universidad para ponerla totalmente en función de la globalización imperialista y su respectiva “era del conocimiento postcapitalista”.
Nosotros consideramos que, efectivamente, se necesita una II Reforma Universitaria, que nacionalice la universidad estatal, para ponerla totalmente en función del desarrollo nacional soberano y relativamente autónomo en el mundo actual. Esto exige, por lo menos, dos cosas:
a) Un Plan Nacional de Desarrollo que se base en la realidad peruana y en los requerimientos de desarrollo de la mayoría de su población. Este desarrollo debe ser sustentable y democrático.
b) Una universidad verdaderamente nacional que actúe subordinada a este plan nacional para realizar un justo aprovechamiento de las riquezas naturales y de las potencialidades del Perú. Esta universidad debe ser nacional, científica y de masas. Un centro de experimentación, movilización y creatividad que potencie en primer lugar la cultura peruana como parte de la cultura universal.
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