martes, 17 de diciembre de 2013

FRIVOLIDAD

Todos aquellos estudiosos (sociólogos, psicólogos, antropólogos, filósofos, comunicadores sociales, etc.) que algo tienen que decir acerca de la juventud actual mencionan los siguientes adjetivos: banales, egocéntricos, superficiales, individualistas extremos, inseguros, frívolos, etc.

Como jóvenes podemos preguntarnos: ¿Y las juventudes de otras épocas no han sido banales, egocéntricas, inseguras, frívolas,etc.? ¿Qué habría de malo en eso?

El reconocido filósofo Pablo Quintanilla (Diario16, 28.11.13) nos aclara que ser frívolo no es un defectillo cualquiera, que se pasa con la edad y ya. Ser frívolo es la quintaesencia del sistema capitalista en que vivimos: falso, interesado, egoísta, oportunista, mediocre.

Por algo el político y filósofo marxista Georg Lukács, desde muy joven se cuidó de no caer, aunque sea por azar en la frivolidad.




Ensayo sobre la frivolidad

Ser frívolo no es lo mismo que ser superficial o ligero. Tampoco un “bon vivant” es necesariamente frívolo. Al frívolo lo caracteriza una cierta impostura, cinismo y desencanto, así como una excesiva preocupación por la mirada del otro que hace sospechar poco aprecio por sí mismo.

Todo en él es trivial, insustancial, anodino, banal. Todo le da lo mismo. No es que sea relativista, pues ese problema no le importa. Tampoco es que tome distancia de las cosas, eso no se lo plantea. Sería mejor que defendiera el relativismo o la ausencia de compromiso, pero no defiende nada, ni siquiera eso.

Frivolidad no es sinónimo de incultura o poca inteligencia. Hay frívolos cultivados e inteligentes, aunque la mayor parte son solo astutos. Pero casi todos los frívolos que conozco hubieran preferido no serlo. Hay algo que echan de menos, que creen que no son, y que no podrían llegar a ser. En medio de su ausencia de valoración, hay en ellos un elemento nostálgico. El frívolo representa un papel que hubiera querido no representar, pero siente, quizá equivocadamente, que solo a eso puede aspirar. No tiene la disposición ni la perseverancia para abandonar la inautenticidad.

Lo que más me incomoda del frívolo es el no saber a quién tiene uno al frente. Si es que se trata de una persona, un disfraz o una imitación y, de ser lo último, una imitación de qué o de quién. El frívolo imita a otros porque sabe, con indudable pesadumbre, que él no es lo que hubiera querido ser. Todos los frívolos se parecen entre sí y, cuando están juntos, se potencian.

En el frívolo hay una fuerte dosis de narcisismo, pero combinado con una consciencia de vacuidad interior, lo que, paradójicamente, requiere de un mínimo de auto reflexión. Por eso la frivolidad no suele ser un rasgo de la gente extremadamente boba ni de quienes son muy talentosos, sino de los intermedios. Se trata de aquellos que no están bien pero tampoco mal, de los que no son un modelo de comportamiento ético pero tampoco psicopático. El frívolo puede ser amable, sobre todo si necesita algo de uno, pero rara vez es desinteresado. Es habitual que él quiera dar una imagen de sofisticación que rápidamente se revela como forzada. Aunque no lo parezca, no censuro al frívolo. Solo lo evito.

LA FRIVOLIDAD NO SUELE SER UN RASGO DE LA GENTE EXTREMADAMENTE BOBA NI DE QUIENES SON MUY TALENTOSOS, SINO DE LOS INTERMEDIOS

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