¿Existen clases sociales?
Hablar de clases sociales en la actualidad se ha vuelto un tabú. Desde la caída del Muro de Berlín y el derrumbe de la Unión Soviética, el capitalismo reinante ha impuesto sin tapujos su catecismo de culto al dinero, alienación, abuso y depredación.
Y uno de sus mandamientos es que las clases sociales no existen y que, por lo tanto, la lucha de clases es un invento de los resentidos sociales que no están en la capacidad de integrarse a este maravilloso sistema.
Pero los hechos contradicen el catecismo capitalista. A estas alturas nadie puede considerar aceptable que unos cuantos se embolsiquen miles de millones de dólares a costa de la miseria de los pueblos. Y nadie medianamente razonable puede negar que los explotadores que acaparan todo y los explotados que sufren el abuso, no constituyan clases sociales en pugna permanente.
El problema está en la hipocresía reinante, en el temor a decir las cosas tal como son, en el oportunismo de la gente que está calculando cómo se acomodará en el sistema una vez que se le acabe el "entusiasmo social" de la juventud. Y para quienes no se convencen con estos argumentos, Vicenc Navarro presenta datos numéricos incontestables.
Una característica del tiempo que vivimos es la creencia, ampliamente extendida en los mayores fórums políticos y mediáticos del país, de que las clases sociales han dejado de existir. Aunque se acepta que en periodos anteriores las clases sociales hubieran existido, hoy se cree que han dejado de existir (o han dejado de ser relevantes en el estudio del comportamiento social) debido a los dramáticos cambios que ha sufrido la estructura social. En consecuencia, términos y conceptos como burguesía, pequeña burguesía y clase trabajadora han dejado de utilizarse para definir los distintos colectivos en los que la ciudadanía se ubica. En lugar de estos términos, la sabiduría convencional ha redefinido la estructura social catalogando a la población en tres categorías: los ricos, las clases medias y los pobres.
En esta categorización, a la mayoría de la población se la cataloga como perteneciente a las clases medias, tomando como característica definitoria el nivel de renta del individuo, independientemente del origen de tal renta o de la relación que tenga con los medios que producen esas rentas. Se incluyen así en estas clases medias un amplio abanico de rentas, que van desde los que son casi ricos a los que son casi pobres, abarcando de esta manera a la gran mayoría de la población. Para probar la veracidad y certeza de este análisis, los que presentan esta redefinición de la estructura social presentan encuestas que muestran que la mayoría de la ciudadanía se define como perteneciente a la clase media. Estas encuestas, sin embargo, son poco creíbles por la manera como se hace la pregunta en dichas encuestas: “¿Pertenece usted a la clase alta, a las clases medias, o a la clase baja?”. Puesto que se asume que la llamada clase alta son los ricos y la clase baja son los pobres, la identificación de la población con la clase media quiere decir (y solo quiere decir esto) que la mayoría de la población no se consideran ni ricos ni pobres, con lo cual tal identificación carece de relevancia y valor explicativo de comportamiento social.
Ahora bien, la definición de la mayoría de la población como clase media no es inocente. Por extraño que parezca, responde a un proyecto político profundamente conservador que intenta, por todos los medios, la desaparición de las categorías de clase social de los análisis sociales científicos (que derivan de todas las tradiciones sociológicas, desde Marx a Weber) y sobre todo de la categoría de lucha de clases, categorías definidas como “anticuadas” por la sabiduría convencional que se reproduce también entre las izquierdas. Se quiere hacer olvidar cómo el poder se genera y reproduce, que continúa basándose primordialmente, aunque no exclusivamente, en la relación que la población tiene con los medios que generan y distribuyen riqueza y rentas, así como en el tipo y condiciones de su trabajo. Las categorías de raza y género continúan siendo categorías de poder que nos ayudan a entender también cómo se genera y reproduce el poder en nuestras sociedades. Pero la categoría clase social continúa jugando un papel fundamental para entender a nuestras sociedades, así como a sus instituciones. (En un artículo reciente he mostrado cómo el conflicto Capital-Trabajo ha jugado un papel determinante en la crisis financiera y económica actual -“Capital-Trabajo, el origen de la crisis actual”. Monde Diplomatique. Julio 2013-).
La realización de este hecho está reapareciendo muy rápidamente en estos momentos de profunda crisis financiera, económica y política. Y un caso claro es lo que está ocurriendo en EEUU, donde la percepción conservadora de la estructura social se inició, extendiéndose a otros países. La revista Truthout acaba de publicar una recopilación de datos sobre cambios en la pobreza en EEUU, Gary Lapon “Poor Prospects in a ‘Middle Class’ Society” (18.08.13), en que muestra la validez de las categorías de clases sociales para entender la situación de EEUU. En realidad, la mayoría de las clases medias son clase trabajadora cuya situación está deteriorándose muy rápidamente. Y los pobres son, también, en su gran mayoría, miembros de la clase trabajadora.
Según el censo de EEUU, en el año 2011 había 46,2 millones de estadounidenses considerados pobres, representando el 15% de la población (308 millones). El nivel de pobreza es de 11.900 dólares al año para un individuo y de 23.550 dólares al año para una familia de cuatro personas. El Economic Policy Institute, EPI, uno de los centros de análisis económicos de mayor credibilidad en EEUU, indica que esta cifra es muy inferior a la que debería considerarse como mínima para llevar una vida modesta pero digna (que se calcula, es el doble de estas cantidades). Algo menos de la mitad (40%) de la población estaría en esta condición.
Y este porcentaje ha ido aumentando, resultado, sobre todo, del deterioro del mercado laboral, y muy en especial del descenso salarial. Mientras que el 60% de la población trabajadora tiene salarios que van de los 14 a los 21 dólares por hora, en la gran mayoría (el 58%) de nuevos puestos de trabajo pagan mucho menos. Solo el 22% pertenecen a los primeros niveles. Esto ha forzado el pluriempleo, una condición común que incluso no es suficiente para salir del nivel de pobreza de la población. En realidad, la mayoría de pobres son trabajadores de baja cualificación, cuyo salario no les permite salir de la pobreza.
¿Existe lucha de clases?
Este empobrecimiento de los diferentes componentes de la clase trabajadora y de sectores importantes de las clases medias que derivan sus ingresos de la renta del trabajo, junto con el enorme enriquecimiento de las rentas superiores que derivan sus rentas de la propiedad del capital, ha llevado a una polarización de la estructura social con un claro resurgimiento de la conciencia de clase.
Varias encuestas (véase la Pew Survey. 01.11.2013) han mostrado el gran crecimiento de la conciencia de clase y de la percepción de conflicto existente en tales clases, percepción que se ha dado en todos los sectores de la población. Así, el porcentaje de la población que indica que hay una lucha de clases (class conflict) ha subido de un 43% en 2009 a un 65% en 2012, porcentaje que alcanza incluso cifras mayores (un 74%) entre los afroamericanos. Entre los latinos es un 61%. Es también interesante indicar que entre la población joven (18-34 años) esta percepción (71%) era mayor que en los otros grupos etarios.
Ni que decir tiene que la composición de las clases sociales ha ido variando (siempre ha estado variando), así como la manera como se produce y expresa dicho conflicto. Por regla general, las clases más pudientes rechazan el concepto de conflicto de clases, y solo lo utilizan cuando ven que las otras clases toman acciones en defensa de sus intereses que afectan negativamente los intereses de las clases más pudientes. Así, el Partido Republicano, hegemonizado por la ultraderecha, acusa al movimiento sindical de incentivar la lucha de clases cuando propone aumentar los impuestos sobre los beneficios del capital. Pero en cambio, no utiliza tal expresión cuando se han bajado esos impuestos a costa de aumentar los impuestos sobre el trabajo.
Hoy la polarización social, con la enorme concentración del poder financiero y económico, ha redefinido la lucha de clases, creándose una alianza de clases (la clase trabajadora con componentes de la clase media, que constituyen las clases populares) frente a una minoría que incluye los miembros de las élites económicas y financieras, aliadas a las élites de los partidos dominantes y mayores medios de información, que hoy dominan la vida política y económica de nuestros países.
El eslogan utilizado por el movimiento Occupy Wall Street, el 1% en contra del 99%, intenta reflejar esta realidad, aun cuando supone una simplificación que tiene costes políticos, pues el 1% (en realidad es un porcentaje incluso menor el sector de la población que posee los medios de producción de bienes y servicios. En Catalunya son, como reconocía uno de ellos, el Sr. Millet, ex Presidente del Palau de la Música, persona conocedora como nadie de cómo funciona la burguesía catalana, solo 400 familias) tiene como aliados otro 9% ó 15% de la población (los sectores de las clases medias de rentas altas encargadas de la gestión y gobernanza del sistema, que incluye sectores importantes como los propietarios y gestores de los mayores medios de información) que juega un papel clave en la reproducción de su poder.
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