sábado, 7 de febrero de 2009

LA REALIDAD INTERNACIONAL : PRIMERA PARTE

A comienzos del siglo XXI el Perú forma parte de un mundo dominado por el capitalismo y hegemonizado por EE.UU., la más grande potencia imperialista de la actualidad. Ya no existen países que construyan el socialismo ni masivos movimientos de liberación nacional y social que ataquen los cimientos del orden social burgués. El mundo sin embargo, está peor que antes pues toda o casi toda la humanidad del continente africano está en un proceso de muerte, destrucción, caos e inhumanización sin salida dentro del capitalismo. En Asia y América Latina también hay millones de hombres y mujeres que están en situación de catástrofe y miseria espantosa, pero el caso africano es el más dramático y desolador. Con el agravante de que allí estaría desapareciendo la más importante reserva genética de la humanidad.

Pero el capitalismo y el afán de lucro burgués no sólo genera un mundo donde se está destruyendo a la naturaleza humana, también se está destruyendo la naturaleza circundante y la biosfera en general, poniendo en serio riesgo la supervivencia de la humanidad y de todos los seres vivos que pueblan nuestro planeta. ¿Qué podemos hacer para detener esta marcha destructiva de la economía capitalista y del individualismo burgués?

Mientras tanto en los medios de comunicación, en el mundo académico, en las propuestas educativas, económicas y políticas, suena una nueva jerga que quiere explicar y significar lo que pasa en el mundo de los últimos 15 ó 20 años. “Neoliberalismo” y “megatendencias”; “globalización” y “tercera ola”; “sociedad post capitalista” y “era del conocimiento”; “fin de la historia” y “pugna de civilizaciones”; etcétera, etcétera, son conceptos y frases que se repiten sin cesar para instalar en la conciencia de la gente una explicación burguesa, recortada, tendenciosa y alienante de la realidad mundial. Y para remachar todo esto tenemos la engañosa y distorsionadora Wikipedia, que hace recordar a la famosa enciclopedia de Tlön, del nunca bien ponderado Borges. Falsa ciencia, prejuicios “sesudos” y verdades de conveniencia a través del ciberespacio para fundar una mistificación sin límites muy a tono con el llamado postmodernismo y la banalidad individualista de la burguesía.


La verdad de las cosas, de los hechos, de la práctica social

El acontecimiento más importante de los últimos 25 años es el derrumbe de la Unión Soviética, significado suficientemente por la caída del Muro de Berlín. Fue el derrumbe de una sociedad que había degenerado del socialismo hacia un capitalismo fascista de Estado y hacia el socialimperialismo. La señal o signo del fracaso de esta URSS degenerada, en su pugna con la superpotencia yanqui fue la caída del Muro de Berlín. Había triunfado el capitalismo clásico de EE.UU., Francia, Inglaterra, Alemania, etc., surgido de las grandes revoluciones burguesas, sobre el capitalismo burocrático de Estado producto de fallidas construcciones del socialismo en las repúblicas soviéticas. La propaganda de la burguesía imperialista, sin embargo, presentó el acontecimiento como el triunfo definitivo del capitalismo sobre el socialismo, y como la muerte, “definitiva” también, del marxismo.

Así, se dijo que la historia había llegado a su fin. Que la sociedad capitalista con una infinita capacidad de autoperfeccionarse, era la última estación de la historia pues no había nada más allá del capitalismo, pues el socialismo como sociedad más avanzada había demostrado su inconsistencia y su incapacidad de triunfar en todo el mundo. También se habló de una tercera oleada de desarrollo científico y tecnológico que había ido más allá del capitalismo clásico hasta una sociedad postcapitalista basada en el conocimiento y el “capital” humano. Y para dar a entender que se vivía otra época a la organización imperialista del mundo se le llamó globalización y se concluyó que el mercado había demostrado ser el mejor organizador de las sociedades en el mundo contemporáneo. Por lo tanto, había que desechar absurdas planificaciones de la economía y también absurdas injerencias del Estado en la vida económica de los países. Había que dejar actuar sin trabas a la “mano invisible” del mercado para que ponga las cosas en su sitio y dé curso a la ley natural de la sobrevivencia y triunfo de los más aptos, en un mundo de feroz competencia económica, política y social.

Así, se estableció un nuevo dogma que prescribía la dictadura omnímoda del mercado, la expulsión del Estado de la actividad económica y el capitalismo salvaje donde triunfarán los más aptos, es decir los más adinerados y pudientes. Aquí ya no había espacio para doctrinas de “resentidos” sociales que hablaban de explotación, de lucha de clases, de opresión y ventajismo abusivo de las élites dominantes. Sólo había espacio para la competencia económica y social donde todo se reducía a aptos e ineptos. Los aptos triunfaban, los ineptos fracasaban. No era problema de clases sociales sino de individuos capaces (aptos) e incapaces (ineptos), pues en la democracia burguesa, supuestamente, todos tenían oportunidades para triunfar. Este mismo esquema era válido para los países y naciones y se habló de Estados fallidos como el Perú que tenían poca o ninguna oportunidad histórica y real de alcanzar el progreso social.

Al no tener el competidor socialista al frente, el capitalismo y la burguesía mostraron su verdadera faz abusiva, cicatera, avariciosa, destructiva, usurera y alienada por el dios dinero. La superpotencia yanqui se erigió en gendarme mundial y decidió ignorar cualquier limitación o tratado internacional de preservación del medio ambiente del cual era el principal destructor. También realizó invasiones militares a Irak y Grenada, políticas racistas y represivas contra los inmigrantes latinos que ingresaban a su territorio, guerras comerciales, apoyo a delincuentes como Fujimori y no quiso asumir la responsabilidad de su sociedad enferma, principal incentivadora de la producción de drogas en el mundo.

En medio de más de una década de orgía triunfalista de la burguesía imperialista y de sus intelectuales y académicos, llegaron los dos bombazos a las torres gemelas de Nueva York. Enemigos surgidos de sus propias filas y alianzas, atacaron con aviones bomba al corazón del poder económico y militar norteamericano y de pronto tuvieron que admitir que la historia no había terminado y para desviar la atención relanzaron la teoría de “pugna de civilizaciones”, dentro de un ambiente de estupefacción y desánimo de una superpotencia que se había mostrado absolutamente vulnerable e ineficiente ante ataques directos a su territorio.

Lo cierto es que después de la caída del seudo socialismo soviético, de la restauración del capitalismo en la República Popular China y del fin de la llamada “guerra fría” entre poderes capitalistas y “socialistas”, no han cesado las guerras, las contradicciones de explotados y explotadores, los genocidios, invasiones militares imperialistas, el neocolonialismo y la destrucción en todo el planeta. Han renacido, más bien, virulentas formas de racismo y marginación, fanáticas guerras de religión, tribales y étnicas con características genocidas. Y el colonialismo a través de la globalización y del imperio del mercado se ha tornado abusivamente saqueador y destructivo. Desde el llamado “Consenso de Washington” el neoliberalismo ha insuflado a la política neocolonial del imperialismo un carácter más explotador, ventajista y opresivo.

Esto muestra que el capitalismo imperialista hoy enseñoreado en el mundo, sin socialismo alguno que lo contradiga y le dé batalla, es la verdadera causa de la barbarie, explotación y destrucción del planeta, que hoy se da de modo verdaderamente aterrador. ¿Qué hay en el fondo de toda esta preocupante realidad internacional? Hay una realidad social planetaria plagada de contradicciones, en la que predomina un orden imperialista mundial encabezado por EE.UU., la única superpotencia existente. Lo que distingue a EE.UU. como superpotencia no es solamente su mayor envergadura económica sino, especialmente, su gigantesca envergadura militar, muy por encima del poderío bélico de las otras grandes potencias capitalistas: Francia, Inglaterra, Alemania, Japón, Italia, etc. E incluso, muy superior que Rusia, heredera del poderío bélico de la fenecida URSS, que hasta hace 20 años era la otra superpotencia que le disputaba a EE.UU. el control del mundo.

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