Diez días que estremecieron al mundo
(John Reed)
Prefacio del autor
En este prefacio, John Reed pone en claro que, al contrario de lo que la prensa burguesa pregona, los trabajadores rusos poseían una alta conciencia de clase, forjada en sucesivas rebeliones y levantamientos durante al menos los últimos dos siglos, y que les permitió discernir que los bolcheviques eran los que poseían el programa que mejor los representaba. De ahí, el ascenso creciente de estos en los meses previos a la gran Revolución de Octubre.
Al abordar el estudio de la sublevación bolchevique, es importante tener en cuenta que no fue el 25 de octubre (7 de noviembre) de 1917, sino muchos meses antes, cuando se produjo la desorganización de la vida económica y del ejército rusos, término lógico de un proceso que se remontaba al año de 1915. Los reaccionarios sin escrúpulos que dominaban la corte del zar habían decidido, deliberadamente, el hundimiento de Rusia, a fin de poder concertar una paz separada con Alemania. La falta de armas en el frente, que tuvo como consecuencia la gran retirada del verano de 1915; la escasez de víveres en los ejércitos y en las grandes ciudades, el cese de la producción y de los transportes en 1916, todo ello formaba parte de un gigantesco plan de sabotaje, que le revolución de febrero vino a contener a tiempo.
Durante los primeros meses del nuevo régimen, en efecto, a pesar de la confusión consiguiente a un gran movimiento revolucionario como el que acababa de liberar a un pueblo de 160 millones de hombres, el más oprimido del mundo entero, la situación interior, así como la potencia combativa de los ejércitos, mejoraron sensiblemente.
Pero esta "luna de miel" duró poco. Las clases poseedoras querían una revolución solamente política que, arrancando el poder al zar se lo entregara a ellas. Querían hacer de Rusia una república constitucional a la manera de Francia o de los Estados Unidos, o incluso una monarquía constitucional como la de Inglaterra. Ahora bien, las masas populares querían una verdadera democracia obrera y campesina.
Willliam English Walling, en su libro El mensaje de Rusia, consagrado a la revolución de 1905, describe perfectamente el estado de espíritu de los trabajadores rusos, que más tarde, casi unánimemente, habrían de apoyar al bolchevismo:
Los trabajadores comprendían bien que, incluso bajo un gobierno liberal, se exponían a seguir muriéndose de hambre si el poder continuaba en manos de otras clases sociales.
El obrero ruso es revolucionario, pero no es violento ni dogmático ni falto de inteligencia. Se muestra presto al combate de barricadas, pero ha estudiado las reglas y, caso único entre los obreros del mundo entero, es en la práctica donde las ha aprendido. Está resuelto a llevar hasta el fin la lucha contra su opresor, la clase capitalista. No ignora que existen aún otras clases, pero exige que las mismas tomen claramente partido en el encarnizado conflicto que se aproxima.
(...)
Fue así como se desarrolló en Rusia, en el cu
(...)
Los extranjeros, los americanos particularmente, insisten, con frecuencia, sobre la ignorancia de los trabajadores rusos. Es cierto que estos no poseían la experiencia política de los pueblos occidentales, pero estaban notablemente preparados en lo que concierne a la organización de las masas. En 1917, las cooperativas de consumo contaban con más de 12 millones de afiliados. El mismo sistema de los Sóviets es un admirable ejemplo de su genio organizador. Además, no hay probablemente en la tierra un pueblo que esté tan familiarizado con la teoría del socialismo y sus aplicaciones prácticas.
William English Walling escribe sobre el particular:
Los trabajadores rusos, en su mayoría, saben leer y escribir. La revuelta situación en que se hallaba el país, de años atrás, les dio la ventaja de tener por guías, no sólo a los más inteligentes de entre ellos, sino a una gran parte de la clase culta, igualmente revolucionaria, que les aportó su ideal de regeneración política y social de Rusia...
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