Hollywood y la guerra de Vietnam: Apocalipsis ahora
Apocalypse Now (1979) , dirigida por Francis Ford Coppola, se ha constituido en una película de culto. Los motivos: además de que sería una película buena desde el punto de vista estético (en lo cual se incluye su banda sonora), constituiría una crítica inteligente y demoledora a la política guerrerista de EE.UU. desatada en Vietnam. Como jóvenes que somos, no nos conformamos con lo que aplaude el establishment y procuramos premunirnos de una visión crítica y que vaya al fondo de las cosas. Efectivamente, hemos ido más allá de la Palma de Oro ganada por esta película en el Festival de Cannes 1979, y hemos encontrado que no todo lo que brilla es oro. Ignacio Ramonet nos guía en este largo y duro camino de aprender a ver más allá de lo evidente.
Con Apocalypse Now (1976-1979), Francis Ford Coppola daba finalmente a la guerra del Vietnam su réquiem bárbaro, mostrando la caída grandiosa del imperio norteamericano; representaba la violencia suprema como última forma de la decadencia, el infierno ampliado a las dimensiones de un apocalipsis que arrasaba los valores heroicos sobre los que se había construido el poderío norteamericano; de esta forma intentaba hacer tabla rasa para un nuevo pacifismo.
Film milenarista (apocalipsis significa 'revelación'), Apocalypse Now contiene a todos los demás y también por tanto, todas sus ambigüedades, de las que la llamada a un nuevo franciscanismo, a un nuevo apostolado, bajo la égida norteamericana, no es la menor; cuando la ideología oficial de Estados Unidos al menos en teoría, es la de los 'derechos humanos', semejante coincidencia no deja de ser significativa...
Apocalypse Now es una obra muy personal, enteramente, histéricamente, de autor (como podría serlo cualquier film de Orson Welles), y es, también, una superproducción de treinta y dos millones de dólares destinada a ser difundida en todo el mundo. Este tipo de concordancia (una 'superproducción de autor') constituye un acontecimiento bastante raro en la historia del cine norteamericano...
Los mercenarios de Kurtz |
La idea de realizar Apocalypse Now se le ocurrió a Coppola hace diez años, en torno a 1969, cuando oyó a su amigo el guionista John Milius referir algunas anécdotas insólitas sobre la guerra de Vietnam. Algunos meses más tarde, Milius y George Lucas (éste autor de American Graffitti y de La guerra de las galaxias), propusieron un guión basado en estos relatos increíbles. Era el momento más álgido de la protesta contra la guerra, y es sabido que Hollywood prefirió no producir films sobre la cuestión vietnamita mientra duraron los combates; el proyecto de Coppola también avanzó con timidez. Mientras tanto, este autor (que jamás se hizo notar por sus protestas contra la guerra, a pesar de gozar de una reputación liberal) alcanzaba la fama universal gracias a sus películas El Padrino primera y segunda partes (1972 y 1974) y La conversación (1974), que le supusieron una considerable fortuna.
Una vez terminada la guerra, se le ocurrió producir él mismo 'el primer film sobre la guerra del Vietnam': Apocalypse Now; como es sabido, ello forma ya parte de la leyenda del film, esta aventura financiera fue adquiriendo proporciones cada vez más monstruosas, engulliendo toda la fortuna de Coppola: casas, coches, propiedades, etc. Puso toda su fortuna en la producción de Apocalypse Now, cuyo rodaje tomó giros absolutamente demenciales: nueves meses de exteriores en las Filipinas, huracanes, fiebres, enfermedades, abandonos de actores, movilización de millares de extras, participación del Ejército filipino...
El capitán Willard |
Apocalypse Now relata el itinerario del capitán Willard (interpretado por Martin Sheen) a quien el Estado Mayor norteamericano ha confiado la misión secreta de encontrar y ejecutar al coronel Kurtz (Marlon Brando). Éste, que en otros tiempos fue un oficial ejemplar, ha decidido hacer la guerra según sus propios métodos y la conduce con la mayor crueldad.
Kurtz, en compañía de sus mercenarios, ha buscado refugio en una región aislada de la jungla de Camboya, donde los indígenas le veneran como a un verdadero dios viviente. Mientras remonta el río a bordo de un artillero en busca de Kurtz, el capitán Willard es testigo de varios episodios ejemplares de la guerra de Vietnam, horripilantes y grotescos a la vez; a medida que va estudiando el informe de la CIA sobre Kurtz, su admiración por este 'oficial perdido' va creciendo, al tiempo que comprende cada vez más su gesto de celo cruel y su soberbio aislamiento.
Kurtz rodeado de niños nativos |
La entusiasta acogida que la crítica francesa en general ha dispensado al film de Coppola ilustra bastante bien el desvanecimiento ideológico característico de los últimos años: nadie, o casi nadie, ha cuestionado políticamente una obra que pretende enterrar definitivamente (en cuanto tema cinematográfico ) la crisis vietnamita.
Al hablar de Apocalypse Now a menudo se han confundido las cifras astronómicas de su producción con los aciertos de su puesta en escena, como si se quisiese explicar la radical modernidad de la obra por el número de elementos convocados en su realización; pero nadie parece haberse cuestionado el hecho de que, precisamente, la acumulación desbordante de efectos visuales, el delirio de abarrotamiento en la imagen podían arrastrar al espectador de Apocalypse Now a un mundo de alucinaciones en el que la demencia generalizada y el permanente frenesí disimulasen de hecho la verdadera significación de lo que sucedió en Vietnam.
Ataque de los helicópteros al ritmo de Wagner |
Francis Ford Coppola declaró que ver Apocalypse Now equivalía a 'vivir una experiencia Vietnam'; sería una especie de experiencia sensorial (la banda sonora está muy elaborada en este sentido) semejante a la que habría producido en nosotros la propia guerra, de haberla vivido. En resumidas cuentas, en opinión de su autor, ver Apocalypse Now sería lo mismo que haber hecho la guerra.
Pero, incluso admitiendo esto, podríamos preguntarnos: ¿en qué campo? Y la respuesta del film no puede ser más clara: del lado de los norteamericanos. Recordemos, por ejemplo, la famosa secuencia del ataque de los helicópteros; el vértigo de las zambullidas, la música de Wagner, los torbellinos aéreos, etc., todo se sube a la cabeza, es como una borrachera, transporta al espectador que participa sensorialmente en la batalla y se identifica con los comandos norteamericanos. Toda esta secuencia está rodada desde el punto de vista de los atacantes; jamás se nos propone la visión de los vencidos, de los atacados, de los aplastados. De ahí que, desde la comodidad de nuestras butacas, esta secuencia produzca un sentimiento ambiguo, turbador, desagradable: la impresión de participar (sin ningún riesgo) en una batalla colonial, en una operación de 'pacificación'. Una extraña exaltación guerrera se apodera del espectador.
La perversidad ideológica de este efecto de cámara subjetiva no puede escapársele a nadie, ya que, como es sabido, fue frecuentemente utilizado por los operadores alemanes de informativos durante el nazismo para que las masas pudieran identificarse con el Führer.
Bombardeo a la población civil al ritmo de Wagner |
En esta misma secuencia del ataque de los helicópteros y a pesar de las declaraciones antibelicistas de Coppola (hay que hacer una distinción entre las profesiones de fe del autor y la significación real del film), el coronel de Caballería, magistralmente interpretado por Robert Duval, con su sombrero de Ranger, su pasión por el surf y su desprecio por la muerte, no puede por menos que fascinar a todos los militaristas ya que está descrito como poseedor de todas las virtudes míticas del oficial de derechas soñado: intrépido hasta lo temerario, juez imparcial del valor del enemigo, venerado por sus hombres, excelente estratega y... siempre vencedor. Rara vez el cine, incluso el más reaccionario, ha propuesto un retrato de militar místico, carismático, tan derechista y tan adulador.
En cuanto a Kurtz (Marlon Brando), ese antiguo 'oficial modelo' que se ha apartado de la pretendida legalidad guerrera norteamericana, el film da muestras de una curiosa indulgencia. A este respecto, no valen medias tintas; Coppola basa su historia en una noción de la moral guerrera: según él, existiría una manera limpia de hacer la guerra (probablemente respetando la Convención de Ginebra), que es la que desea aplicar el Estado Mayor norteamericano y la CIA, y una manera sucia, que es la que practica Kurtz (acusado principalmente de haber hecho ejecutar a dirigentes de Vietnam del Norte sin tener pruebas suficientes de su culpabilidad). El ejército norteamericano, como institución, aparece en el film de Coppola muy preocupado por el legalismo y los buenos modales; es tan moralista que no perdona a los que (como Kurtz) se desvían de su concepción caballeresca de la guerra. Esta idea de Coppola es verdaderamente escandalosa, ya que tendería a dar crédito al viejo principio del 'rey que ignora las fechorías de sus ministros', el Ejército yanqui sería sano en cuanto institución a pesar de las atrocidades cometidas por tal o cual oficial; semejante argumento es insostenible si se piensa en las masacres de My Laï o en los bombardeos de las poblaciones civiles de las ciudades del norte; pero además supondría olvidar que el mismo Pentágono (y no un oficial descarriado) había elaborado un plan, llamado Phoenix, para eliminar físicamente a todos los dirigentes vietcongs que operaban en Vietnam del Sur.
Coronel de Caballería: el típico Ranger norteamericano |
Insistir en la voluntad de moralización de la guerra por parte de los estados mayores o de los gobiernos, es también un pretexto habitual utilizado por la extrema derecha para explicar las derrotas coloniales; las verdaderas responsabilidades recaen, según los ultras, en los políticos que no dejan a los militares hacer la guerra como es debido, con métodos 'radicales'.
Debido a ello, por otra parte, el capitán Willard, encargado de ejecutar a Kurtz, comprende profundamente el comportamiento del oficial descarriado (no hay que olvidar que numerosos militares facciosos -Franco, Pétain, Salan, Pinochet- fueron, en un primer momento, auténticos 'oficiales ejemplares') y admite que gracias a su forma brutal de hacer la guerra ha conseguido 'pacificar' el sector que controla. Así pues, en su opinión (que es también el punto de vista del film), Kurtz en ciertas formas tiene razón; esta sucia guerra sólo puede ganarse si se hace suciamente. Por otra parte nos enteramos de que ésa era precisamente la constatación que había hecho el anterior ejecutor de la CIA que decidió quedarse definitivamente con Kurtz, conquistado por la eficacia de sus métodos. El hecho de que Coppola haya dado a su obra tres finales diferentes (y moralmente opuestos, ya que suponen desenlaces contrapuestos: a) sustitución pura y simple de Kurtz por Willard; b) salida de Willard después de la ejecución de Kurtz pero sin destrucción de la base de los mercenarios; c) salida de Willard y destrucción por bombardeo aéreo de la base), demuestra que sobre este tema de la culpabilidad fundamental de Kurtz, el autor no ha sabido con qué quedarse, permaneciendo en una gran ambigüedad política.
Pero la lógica derechista del film va todavía más lejos, especialmente cuando le hace decir a Kurtz por qué se ha decidido a utilizar los medios más crueles, más sanguinarios y más implacables para hacer la guerra. El ejemplo, nos revela Kurtz, se lo proporcionaron los vietnamitas del norte que, un día, cuando los hombres de Kurtz acababan de vacunar a los niños de una aldea, arrancaron de cuajo los brazos de los niños y los amontonaron en la plaza del pueblo para que en adelante nadie aceptara nunca más nada de los yanquis.
Willard en busca de Kurtz |
Aquí reside la suprema perversión política de Apocalypse Now: el origen del horror y de la crueldad se halla en el comportamiento del enemigo; los norteamericanos (que al principio eran 'buenos samaritanos' llegados al Vietnam para vacunar a los niños) se habrían limitado a imitar los métodos inhumanos de los guerrilleros vietnamitas.
Así, frente a los problemas de la guerra, del militarismo y del colonialismo -temas políticos de primer orden-, Apocalypse Now defiende constantemente un punto de vista de derechas.
De lo que EE.UU no quiere acordarse: masacre a población civil inocente |
Tomado de:
Ignacio Ramonet (1983), La golosina visual. Barcelona: Gustavo Gili
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