lunes, 11 de febrero de 2013

Perro blanco, de Sam Fuller

En menos de dos horas, Fuller nos muestra las raíces sociales del racismo y lo difícil que será cambiarlo si es que continuamos dentro de un sistema demencial diseñado para que se perpetúe el odio hacia lo diferente. Como era de esperar, Perro blanco fue duramente criticada en los preestrenos realizados en Estados Unidos y no pudo estrenarse de manera oficial en dicho país sino hasta el año 2008. Su estreno internacional se realizó en 1982, en Francia e Inglaterra. El abordaje directo y sin cortapisas sobre el tema del racismo y la eficacia de la banda sonora a cargo de Ennio Morricone, han hecho de este film una película imprescindible.




Hijo de inmigrantes judíos de Rusia y Polonia, Samuel Fuller (Massachusetts, 1912 – Los Angeles, 1997) no demoraría en pasar al frente de batalla desde pequeño: reportero criminal, periodista en Nueva York, escritor fantasma, novelista, soldado de infantería. Todo eso fue previo al cine, aunque era el cine lo que buscaba más que ninguna otra cosa: “amor, odio, violencia, acción, muerte, en una palabra, emoción”; como consigna en Pierrot el loco, de Jean LucGodard, uno de sus más fervientes admiradores. 

El cine de Fuller fue emoción, pero de la mano de desarraigados y solitarios, personajes perdidos en las calles, en las trincheras, en sus propias mentes, en los pasillos de un manicomio, en las barcazas de los puertos, en los barrios bajos. En el fondo, su cine no hizo más que homenajear al hombre del siglo XX, al sobreviviente de un siglo y una sociedad de masas demencial que Fuller vivió a través de cruentas guerras e historias de crimen, un siglo excesivo cuyos rincones más oscuros y abismales conoció y buscó devolver en forma de una rara intensidad, de una belleza convulsa y desesperada. 

Tomado de: Godard! Año 11, N° 31, Lima - Perú

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