domingo, 10 de febrero de 2013

 Madeinusa


En algún momento, la campaña por la revocatoria trajo a escena el racismo que apenas se disimula en nuestro querido país. ¿Cómo puede explicarse el racismo donde  aproximadamente el 95% de la población es mestiza? ¿Cómo puede entenderse que una persona mestiza "cholee" o desprecie a otra porque es más mestiza (u oscura) que aquella? ¿Cómo puede ser que, en pleno siglo XXI, todavía haya la intención de "mejorar la raza" al momento de buscar amistades o pareja? El agudo periodista César Hildebrandt nos da algunas pistas.



Deyvis (sic) Orozco, hijo de Johnny Orozco, le ha deseado suerte a Daisy, hija de Sally, la muñequita, en la larga carrera que le espera.

No sé qué pensará de todo ello Darwin (sic) Torres, vocalista del grupo cumbiambero "Caribeños", ni sé cómo  le habrá chocado la ironía a Shirley Cherres, la porrista campeona de cien metros pecho, o a Francis (la amiga de todos, o de casi todos).

Lo que sé es que Aristóteles (sic) Picho no tiene nada que ver con este mundo, porque él no va al brunch del "Balthazar" ni al Miami Chicken Grill y ni siquiera al family lunch del "Bravo".

Quien sí gustaría de esos lugares es el cajero inmortal llamado Cronwell (sic) Gálvez, que si pudiera seguiría luciéndose junto a Daisy Ontaneda, Jacquie (sic) Castañeda y Leysi (sic) Suárez. Y es que Cronwell Gálvez pertenece a los extramuros de la farándula, a los barracones de la prensa chicha y no al mundo serio del Apra rebelde (como Wilbert Bendezú) , o al de la economía (como Dennis Falvi), o al del entretenimiento de alto vuelo (como Teddy Guzmán), o al de los deportes (como Jefferson Farfán).

De lo que resulta que en este país los apellidos Tapia se suavizan si se les antepone Jessica y los nativos Huaynalaya consiguen visa si el nombre es Robert y el castizo Lescano debe adjuntarse a un Jonhy para adquirir nombradía y si apellidas Ascensio mejor que te pongan Gregory (como a Peck), y si es Chumbiauca mejor Melany y si sólo eres León mejor Susan o Leonard y si eres Huancaya todo cambia con un Wagner: Wagner Huancaya, para servirle.

¿Quién nos hizo tan acomplejados? De dónde viene esa vocación de chullo pisoteado, de identidad negada? ¿Qué pensamiento mágico está detrás de quienes creen que un Jeremy puesto en la partida puede cambiarle el cutis, la chutería ancestral y hasta el destino a un compacto nativo peruano? ¿De qué vergüenzas viene esta gente?

De las mil derrotas propinadas, supongo. Primero les quitaron el país, luego el orgullo de haber sido lo que fueron. Por último, les enseñaron a sentir pena por lo que en ellos persiste de mezclado y andino.

Por eso torean como españoles, adoptaron a vírgenes de la península y a cristos andaluces y, ahora, remisturizados en las ciudades que no han terminado de odiar, les ponen a su hijos nombres que -están seguros- harán más fácil su ingreso a los Estados Unidos, el sueño de más del 63% de la población peruana, el país de las oportunidades (previa estancia en Bagdad), la venganza tardía contra España, la idolatría nominal que recuerda a la Inglaterra vencedora en la guerra con quienes nos colonizaron.

La enfermedad psicoanalítica del Perú no se ha estudiado todavía. Hay mucha cobardía intelectual entre nuestros intelectuales para abordar un tema que resulta incómodo porque es parte del patetismo oculto que nos agobia. Somo una  comunidad rota y algunas de nuestras raíces se han podrido. Lo nuestro no es globalización sino autoestima en los suelos. Lo nuestro no es entusiasmo universal o abolición de fronteras sino ganas de seguir huyendo; por el aeropuerto (de verdad) o con el nombre (de mentiras). Ganas de seguir huyendo de lo que más tememos: admitirnos.



César Hildebrandt. Madeinusa. La Primera (Lima-Perú), 23 de julio de 2007

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