lunes, 11 de febrero de 2013

Deshojando una margarita 

El maestro César Lévano nos brinda un análisis histórico de lo que está en juego en la campaña por la revocatoria. Publicado el día de hoy en su editorial del diario La Primera (Lima-Perú).




Sí, no, sí, no. A un mes del voto sobre la revocación de Susana Villarán, alcaldesa de Lima, sospecho, por lo que olfateo en la ciudad, que el NO va a ganar. Es, además, lo deseable. Truncar ahora la administración municipal abriría una etapa de incertidumbre en las obras que la urbe y sus pobladores requieren. 

El APRA y Solidaridad Nacional, partidos venidos a menos, constituyen la alianza que busca la revocación. No es una liga con un ideal y un programa. Es el frente de los corruptos, de los que ya demostraron que para ellos no existen cajas fuertes. 

Los defensores de la alcaldesa son diversos y variopintos. Abarcan desde el derechista Partido Popular Cristiano y el centrista Acción Popular hasta la izquierda organizada, que ha demostrado que sabe movilizar multitudes y ganar votos. 

No me sorprende esa amalgama política. Después de todo, una ciudad, y más todavía una ciudad como Lima, necesita fuertes dosis de conservadurismo y una inspiración social que busque mejorar el hábitat de los más pobres. Susana Villarán ha demostrado que respeta y defiende el patrimonio físico de la Lima tradicional así como presta atención a las demandas y urgencias de los de abajo –que en el caso limeño suelen ser los de arriba, los de los cerros. 

Se sitúa la señora Villarán en la tradición de alcaldes que supieron escuchar las palpitaciones cambiantes de la capital: Guillermo Billinghurst, a quien el pueblo bautizó como “Pan Grande”; Eduardo Dibós; Luis Bedoya Reyes; Alfonso Barrantes, el primer alcalde socialista de una capital latinoamericana, y Alberto Andrade, que despejó las aceras y calzadas de la Lima cuadrada. 

No podemos olvidar que Billinghurst borró el nido de ratas y erradicó los fumaderos de opio que se habían instalado en los bordes del mercado central. Su impulso reformista hizo que una ola popular espontánea lo llevara a la Presidencia de la República. La oligarquía lo derrocó. Millonario que había labrado su fortuna en las desoladas salitreras de Tarapacá, Billinghurst fue ajeno a la argolla plutocrática de Lima. Se trataba de un capitalista amigo de Valdelomar que amaba dialogar con los obreros y bailar marinera, cuando no estaba leyendo o traduciendo a Shakespeare. 

Contra esa tradición multiforme, democrática y pluriclasista se yergue ahora el APRA de Alan García, el guerrero solitario de la reacción extrema y la ambición electorera, que en la alcaldesa ve, si ella triunfa en las urnas, una competidora de peso. Después de todo, Billinghurst pasó de alcalde de Lima a Presidente del Perú. 

El NO que respalda a Susana Villarán es un sí por los cambios y las conservaciones necesarios, por el tránsito ordenado y la cultura de los ciudadanos.

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