La fotografía como reportaje
Desde su aparición, la fotografía ha permitido registrar hechos, momentos y personas, haciéndolos perdurar a través del tiempo. Su perfeccionamiento mecánico y técnico llegó a niveles tan altos que pronto empezó a considerársele un arte; y no solo eso, sino también un instrumento para la denuncia social. Sin embargo, ese sentido social de la fotografía se ha ido perdiendo y, ante la muestra cada vez más descarnada y truculenta de las desgracias humanas, la sensibilidad de la gente ha disminuido ostensiblemente.
En el artículo que reproducimos a continuación, Irving Teitelbaum (reconocido productor de cine y TV, de nacionalidad británica), ya en 1971, problematizaba la creciente desensibilización del público frente a la imagen y también constataba que, salvo excepciones, el reportero gráfico había convertido en un capturador mecánico de imágenes, sin alma y sin humanidad. Y eso, en una época en que no existía la fotografía digital y su disponibilidad prácticamente infinita para capturar escenas.
En 1971, Teitelbaum nos brinda una respuesta al problema: "... lo que se necesita no es un registro de hechos, sino obras de arte en el registro fotográfico de los hechos. Lo que se necesita es el trabajo de fotografías que sean artistas. Hombres que puedan retratar más allá del hecho en sí".
Ahora que tenemos la tecnología a nuestra disposición, dotémosla de humanidad, de arte y retomemos el camino dejado por grandes artistas de la imagen como Cappa y Bischoff. Además, recordemos que en pleno siglo XXI no podemos permanecer asépticos, indiferentes o supuestamente imparciales ante lo que ocurre en el mundo. En la fotografía, como en cualquier otra actividad humana, también evidenciamos nuestra posición de clase: contra los explotadores o con ellos, con los explotados o contra ellos.
Trabajadores en movilización, Av. Alfonso Ugarte (Lima-Perú) |
En muchos países, el reportero gráfico está en todas
partes. Apenas hay un acontecimiento público importante que él no
reporte, y casi ninguno privado acerca de personas por las que existe
interés en el público. En los espectáculos públicos el reportero gráfico
se sitúa en una posición privilegiada, encontrándose entre el propio
evento y el público presente que lo observa. Él es el representante de
un público más vasto que no se encuentra allí, pero al que la imagen del
evento se le presentará posteriormente, para darle una ilusión de
participación.
En Inglaterra, cuando hay una demostración contra la guerra en Vietnam, y los manifestantes se dirigen hacia la Embajada Norteamericana de Londres, se sitúa un cordón policíaco alrededor del edificio para impedir el acceso a los manifestantes -pero los reportero gráficos son admitidos dentro de ese cordón para tomar fotografías de los choques. Nada se les oculta y ellos toman sus fotos. Estas pueden aparecer al día siguiente, pero para el lector -porque a veces sucede- podrían ser fotografías de un choque en casi cualquier parte y acerca de casi cualquier cosa.
Es por esto que la función de un reportero gráfico es más la de un mecánico que la de un artista. Él es un medio esencial de comunicación, y conserva para siempre la imagen de lo acontecido, pero él es más bien un reportero que un comentarista. Tiene que tomar su foto y llevarla a su oficina dentro del tiempo señalado. Puede fotografiar cualquier cosa en el día, desde una boda hasta un crimen. Nada es profesionalmente de mayor interés para él que la sensación, la magnitud del acontecimiento.
Manipula una máquina registradora, y su interés primario tiene que ser el de asegurar que ese registro se efectúe, que capte la imagen. Permanece pasivo hasta que comienza a desarrollarse el acontecimiento que va a fotografiar. Él no participa; registra simplemente. (...) El reportero gráfico, ante la situación de que el camino de su país anote el gol de la victoria en un partido de balompié, se limita a fotografiarlo y no a vitorearlo. Si se encuentra en Vietnam con un sacerdote budista incinerándose, lo fotografía y no trata de apagar el fuego que lo consume. Si se encuentra con un soldado que patea a un adenita o a un vietnamita, fotografía el hecho y no trata de evitarlo.
Su posición es pasiva. Dirá, probablemente, que si hay que dar una opinión, le corresponde darla al que mira la fotografía. Pero, cuando más, éste solamente puede dar una opinión posterior al hecho. Está distanciado del hecho por el tiempo. El gol ha sido anotado. El sacerdote murió. El adenita fue pateado. Por lo tanto, ni el lector ni el fotógrafo pueden participar. Pero esto no excluye sus propias responsabilidades. Ellos siguen teniendo la responsabilidad, como miembros de su sociedad, de involucrarse en lo que ven, de dejarse conmover, y de opinar cómo ha de ser la vida.
Al respecto, la asequibilidad de la información debía ser una ayuda y no un impedimento. Un hombre debe estr capacitado para conocer más del sufrimiento -o la felicidad- de los demás, viendo su imagen. Pero la asequibilidad al conocimiento no parece funcionar de esta forma. Más bien parece servir para adaptar a los seres humanos a las condiciones circundantes, y no para luchar por cambiarlas, o para ser consternado o deleitado por ellas. El fotógrafo y el lector parecen devenir neutrales ante los acontecimientos, ser ante la vida como un cirujano debe ser ante las operaciones.
Después de la Segunda Guerra Mundial, fueron publicadas fotografías minuciosas de las condiciones en los campos de concentración nazis, y el mundo se horrorizó. Nunca se había visto algo semejante. Nada igual a esto debía suceder otra vez. Pero los hechos, una vez vistos, se hacen soportables. Desde entonces, se ha continuado la práctica del horror y la tortura. Se ha fotografiado. (...)
El lector se ha deshumanizado, se ha vuelto inmune. Ya no distingue entre la muerte causada por la edad o la enfermedad, y la muerte del hombre por el hombre. Es fácil pensar que en cualquier momento del día o de la noche las personas están muriendo y penando por causas naturales y que en ese contexto la muerte de veinte o treinta personas a causa de un bombardeo equivocado en un país lejano, no debe ser tomada muy seriamente. O que es permisible el torturar a un hombre con el fin de conseguir información para proteger las vidas de otros.
Pero existe una diferencia entre lo que le sucede al hombre por causas naturales y lo que éste se hace a sí mismo. Y es la asequibilidad del conocimiento lo que a veces sirve para entorpecer la distinción. Porque la crueldad del hombre para con el hombre es tan frecuente, y tan adecuadamente divulgada, que parece convertirse en una realidad de la vida. Tan inevitable como los terremotos.
Aún así debe ser bueno darle a todo el pueblo la información más completa sobre todas las cosas en todos los tiempos. La censura de prensa por un gobierno, indica la falta de respeto a su pueblo, y una falta de honestidad al tratarlo. Pero el suministrar esta información puede, como se ha dicho, tener efectos deshumanizantes e inclusive puede ser utilizada para neutralizar la indignación. (...)
Paisaje urbano |
La respuesta parece radicar en el arte. El arte como un antecedente de la acción política. Lo que se necesita no es un registro de hechos, sino obras de arte en el registro fotográfico de los hechos. Lo que se necesita es el trabajo de fotógrafos que sean artistas. Hombres que puedan retratar más allá del hecho en sí. Que puedan retratar las emociones detrás del hecho, el sufrimiento, el horror, la inutilidad de esto, o, por otra parte, la alegría y la esperanza.
Esta es una situación en la que el arte es necesario a la vida, en que sólo mediante el arte, expresando algo por sí mismo, puede el fotógrafo comprender verdaderamente la humanidad del espectador.
La secuencia en el documental cubano Hanoi, Martes 13 que muestra a una madre llorando sobre los ataúdes de sus dos pequeños hijos, dice más de la guerra en Vietnam que todas las noticias gráficas. Dice casi todo sobre esa guerra. Lo mismo puede ser hecho en vista fija, y se ha hecho algunas veces por hombres de la calidad de Robert Capa y Werner Bischoff, y algunos otros.
Es mucho pedir, es demasiado esperar, que los periódicos del mundo encuentren hombres de esa calidad, y utilicen su trabajo. Algunos periódicos, en determinados países, ni siquiera querrían hacerlo, pero dentro del contexto de la fotografía, puede ser sólo un trabajo de tal calidad, que pueda crear un importante sistema en desarrollar y mantener la preocupación humana no solamente por los hechos, sino por su significado en término humanos. Un sistema que pudiera reflejar la sensibilidad de todos los pueblos y el amor del hombre por el hombre.
La vida... |
Tomado de:
Varios autores (1971). Literatura y arte nuevo en Cuba. Barcelona: Estela.
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