DOS ESTAMPAS SOBRE LA CAMORRA Y EL CAPITAL
En su libro Gomorra, Roberto Saviano (México: Debate, 2008) narra un juicio, entablado en Italia, contra altos dirigentes de la Camorra, por "los fraudes que los clanes Casalesi habían cometido en los centros en donde la Comunidad Europea recogía la fruta producida en exceso para destruirla, dando a cambio una indemnización a los agricultores" (p. 217). En el mundo, hoy, cada cuatro segundos una persona muere de hambre (http://www.elmundo.es/elmundo/2004/10/15/solidaridad/1097852025.hmtl, pero la Comunidad Europea compra fruta y la destruye, para impedir que se reduzcan los precios de sus exportaciones. "En las grandes crateras en las que se vertía la fruta, los clanes echaban escombros... Pero antes hacían pasar todos aquellos desperdicios como si fueran fruta. Y evidentemente recibían el dinero de las indemnizaciones, mientras que la fruta de sus parcelas seguía vendiéndose por doquier" (idem).
La Camorra estafó pues a la Comunidad Europea, enterrando primero escombros en lugar de la fruta que debía ser destruida y vendiendo después la fruta así salvada. Me pregunto qué es éticamente más indignante: que la Camorra dé a la CE gato por liebre, o que la CE destruya alimentos cuando más de veinte mil personas mueren de hambre en el mundo cada día. Digamos de pasada que ésta es una práctica común entre las grandes potencias, y no sólo en tiempos de crisis -como los presentes- sino también cuando el capitalismo goza de excelente salud. Por eso, Bertolt Brecht se preguntaba qué era más criminal: si fundar un banco o asaltarlo.
Buscando entender la economía capitalista actual, Saviani buscaba un signo que mostrara la lógica del conjunto. Lo encontró al final del ciclo del capital: "Acaso el único modo de representar la economía en su trayectoria era intuir lo que dejaba atrás, seguir su reguero, las partes que, como escamas de piel muerta, iba dejando caer mientras consumía su trayecto" (p. 304). Encontró así la clave en los vertederos a donde van a parar los desechos industriales de toda Europa: en el sur de Italia, donde si se apilara la escoria (que incluye productos tóxicos) que escapa al control oficial se crearía una cordillera de tres hectáreas de base y 14600 metros de altura: casi el doble que el monte Everest. La Camorra ha destruido su propia tierra y ha hecho así un cuatro años 44 mil millones de euros de utilidades. Se han vertido millones de toneladas de desechos tóxicos en los campos de Nápoles, Caserta, Capua, que incluyen hasta los papeles utilizados para limpiar las ubres purulentas de las vacas lecheras enfermas con mastitis y otras infecciones, para ya no hablar de los desechos de polvo de aluminio o de los de extracción de humos industriales. En la Campania, en las ciudades próximas a los vertederos, la mortalidad por cáncer se ha incrementado en un 21%.
No sólo se amenaza a Italia. Los industriales de Europa abaratan sus costos asociándose con la Camorra. Y luego vienen los empresarios chinos, que colocan desechos tóxicos en todas partes -especialmente en el Tercer mundo-, desde Hong Kong hasta Costa Rica. Ese es el sistema que se intenta salvar a costa de la miseria de decenas de millones de desempleados.
Por Nelson Manrique
Tomado de La República (Lima-Perú) del 25 de marzo del 2009
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